El ilusionismo y la magia han pretendido siempre engañar a la mente. La frase «la mano es más rápida que el ojo», resume muy bien este hecho. Desde el teatro con sus decorados o la pintura con sus trampantojos se ha intentado lograr una ilusión óptica de algo que no es real.

Para este fin, la magia se ha servido de innumerables trucos que desafían la lógica y la razón con el fin de sorprender y maravillar. En siglo XVIII y XIX, con las nuevas tecnologías y la industrialización, los trucos se hicieron más sofisticados y los magos llenaban los teatros ofreciendo sus asombrosos espectáculos. La competencia era tal que incluso se espiaban unos a otros o se compraban y vendían los trucos más ingeniosos. Sin embargo, uno de los trucos que más fascinó a los espectadores de la época sin ser demasiado tecnológico fue el llamado Fantasma Pepper.

Se utilizó principalmente para hacer aparecer supuestos fantasmas y estos causaban verdadero terror y estupor. La técnica consistía en dividir en dos partes el escenario quedando una de ellas oculta a los espectadores. Entre esas dos partes se coloca un cristal con una inclinación del 45% de manera que en la parte que ve el público quede reflejado lo que hay en la parte oculta, o también llamada blue room. Con la ayuda de las luces, más o menos brillantes, se logra que el objeto o la persona que permanece en la blue room, aparezca de forma más o menos consistente en el reflejo del cristal y sea visible para el público en forma de fantasma suspendido en el aire cuando más lejos quede de la zona principal. La técnica principal tiene muchas variaciones y resulta muy convincente a ojos profanos.

Aunque fue popularizado en 1862 por John Henry Pepper en una escena de la obra teatral Haunted Man, de Charles Dickens, ya era conocido en el siglo XVI. Su inventor, Giovanni Battista della Porta, era un alquimista, filósofo e investigador que también inventó la cámara oscura.

Actualmente se sigue utilizando la técnica del Fantasma Pepper para casas del terror y atracciones de miedo, pero también de manera más sofisticada museos y en algunos eventos del mundo del espectáculo para recrear, por ejemplo, actuaciones musicales de manera virtual.